¿Cómo es el día a día de un notario?
Si me permitís la parodia, diría que en el imaginario popular a los notarios se nos ve como unos señores o señoras sentados en sus despachos, rodeado de libros, firmando documentos, incluso tal vez algo aburridos. ¡Nada más lejos de la realidad!
Creo que si estás pensando en opositar al título de notario, seguro que además de los temas a estudiar, te interesa saber en qué consiste realmente ser notario. O quién sabe, ¡puede que simplemente tengas curiosidad o necesites nuestra ayuda!
De antemano has de saber que los notarios somos funcionarios públicos, pero también profesionales del Derecho. Esto significa que somos nosotros, como autónomos, quienes organizamos todo el funcionamiento de la oficina notarial, exactamente como cualquier otro empresario (y por tanto es el notario quien contrata y paga a sus trabajadores, quien paga las facturas de suministros, material de oficina, los correspondientes impuestos, etc.). Hecha la composición de lugar, ¿cómo es el día a día?
En primer lugar destacaría que todos los notarios dedicamos un tiempo a estudiar. El “B.O.E. nuestro de cada día” puede traer leyes nuevas, modificaciones de las antiguas… y, si no, repasamos lo aprendido para que nada se nos olvide. Los notarios no dejamos de estudiar en toda nuestra carrera (así que en este punto estar rodeados de libros sí tiene su parte de verdad).
¿Y el resto del día? Pues dependerá de lo que necesiten las personas que soliciten nuestros servicios. Lo más bonito que tiene esta profesión es que no hay dos días iguales porque no existen dos operaciones idénticas, ya que tampoco lo son las personas.
Los ciudadanos entran por la puerta de tu despacho, te exponen el asunto que les preocupa y que les trae hasta ti. Literalmente puede tratarse de todo tipo de cuestiones: problemas, inquietudes, necesidades, preguntas… A continuación, ofrecemos la que consideramos la mejor solución posible. Si la solución necesita el otorgamiento de una escritura pública, se redacta con todos sus requisitos legales y, finalmente, tras una nueva lectura y explicación, y con todas las dudas resueltas, se firma.
No quiero confundir a nadie. Lo expuesto en el párrafo anterior puede durar en el tiempo desde veinte minutos a algunos días. En ocasiones la solución está clara, el interesado está conforme y se hace todo en un momento. Otras veces o bien la solución necesita estudiarse con calma, o bien el cliente no se decide, o incluso necesitamos obtener determinados requisitos previamente. Pero aunque dure más o menos tiempo, el esquema es el que os he expuesto, y todo acaba encontrando su solución.
¿Hemos acabado aquí? Ni mucho menos. A continuación, aunque esto no se haga cara al público, realizamos una serie de trámites informáticos y comunicaciones electrónicas, en su mayoría (al Registro de la Propiedad, Administración tributaria, Ayuntamientos, Catastro, etc).
En ocasiones la operación que nos han solicitado no se puede realizar desde nuestro despacho. Puede que nos pidan que presenciemos el estado ruinoso de una obra, o que acudamos a levantar acta de la junta de una sociedad, o incluso puede que alguno de los firmantes se haya roto la pierna y no pueda desplazarse. Pues allá vamos nosotros a donde haga falta: desde sótanos inundados, a caminar por mitad del monte, pasando por las cámaras acorazadas de un banco.
Esta variedad de situaciones hace que nuestro trabajo sea muy gratificante y en absoluto tedioso. Sin embargo, también he presenciado situaciones dramáticas donde es francamente difícil mantener la compostura mientras se te hace un nudo en el estómago, como atender a enfermos graves, daciones en pago…
Por supuesto, los notarios no estamos solos en el desempeño de todas las tareas: muchas de ellas son ejecutadas por los empleados de la notaría bajo nuestra dirección, por lo que realizan un trabajo indispensable.
En definitiva, el día a día del notario, como veis, está estrechamente ligado a la vida de las personas, con todo lo que ello implica.
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