Sabes “qué” vas a comprar pero no siempre sabes “cómo” lo vas a hacer
Siempre me ha llamado la atención el efecto que produce en los adolescentes ir a un concierto. Con meses de antelación ya están sacando las entradas, luego acampan en la puerta del recinto durante días o semanas para coger el mejor sitio y, por supuesto, siempre se repasan todas las canciones y las letras antes de ese momento mágico.
El mismo ejemplo se puede aplicar a muchas personas cuando planifican un viaje: deciden qué van a ver y cómo lo van a organizar, estudian cómo irán, los desplazamientos, los alojamientos, las comidas, los horarios o las entradas. Ocio, coste, cultura, logística, diversión y mucho más. Es curiosa la lección que esos ejemplos nos dan: cuando alguien tiene un momento especial, lo prepara con tiempo y con ilusión.
Pero no olvidemos que un concierto, una película o una ciudad, por muy especiales que sean y aunque queden en nuestro recuerdo mucho tiempo, luego se verán desplazados por nuevos conciertos y nuevos destinos que irán ocupando el lugar de los más antiguos.
Esa lección choca con la actitud de algunas personas cuando van a dar un paso que les va a marcar para siempre en su vida o, al menos, durante muchos años de ella. Me refiero al día en que uno va al notario la notaría a firmar la compra de su vivienda –de su casa para toda la vida– y el inevitable préstamo hipotecario que la financia –me caso con el banco durante treinta años–. En momentos tan trascendentes e importantes esa preparación, por desgracia, no siempre existe. Y no es por falta de oportunidades.
Está claro que la vivienda se habrá visitado muchas veces. Se manejarán los planos, la ubicación de muebles, la distribución, se habrá calculado cuánto dinero pedimos al banco, el plazo, la cuota…; pero aunque nos hayamos interesado por “qué” vamos a comprar, no siempre prestamos atención a “cómo” lo vamos a hacer.
Hay personas que creen que van a la notaría a firmar, tan solo a firmar, pensando que la escritura se limita a decir que la casa es suya y que tienen tantos años para devolver el préstamo. Y es en el momento de la lectura y firma de la escritura cuando se dan cuenta de que hay mucho más: quién asume ciertos gastos, cuántos metros tiene legalizada la vivienda, que garantías se ofrecen, qué comisiones me van a cobrar, si hay penalizaciones, si asumo obligaciones urbanísticas, saber la situación de cargas y deudas de la vivienda, y un largo etcétera. Son cuestiones que no se habían planteado porque uno no está comprando casas y pidiendo préstamos todos los días, pero ya hay prisa, ya da vergüenza preguntar.
En esos casos, siempre ofrezco la posibilidad de parar y recapitular porque si mi cliente necesita tiempo, mi obligación es dárselo. Pero en la práctica las personas van con la idea de que “hay que firmar hoy” y en ese caso mi esfuerzo consiste en explicar en un rato lo que el cliente podría haber estudiado y preguntado con días de antelación. Y el esfuerzo del ciudadano está en pensar en media hora todas las dudas que la operación le genera y que podría haber ido solventando días antes.
Es importante saber que el cliente tiene derecho a examinar en la notaría el borrador de cualquier escritura, incluidas por supuesto las de compraventa y de préstamo hipotecario, ésta última –por Ley– tres días antes de la firma. Cuando un comprador ha venido a interesarse por ese borrador con antelación, su grado de seguridad y conocimiento el día de la firma es mucho mayor porque ha podido conocer previamente todas las cláusulas y condiciones de la venta y la hipoteca, ha solicitado al notario aclaración de las que no entendía, le han surgido preguntas a las que se ha podido dar respuesta, e incluso ha tenido margen para negociar con el vendedor o con el banco aquéllas cuestiones con las que no estaba de acuerdo. Cuanto menor es el tiempo, menor es el margen para reaccionar.
Por eso quiero animar desde estas líneas a todas las personas que tienen previsto firmar una escritura, a interesarse por ella con suficiente tiempo de antelación: esos tres días. Al notario no se va solo a firmar, se va a informarse, a conocer los derechos que se van a adquirir y las obligaciones que se van a asumir. En las notarías hacemos escrituras, pero hacemos mucho más: informamos, asesoramos, explicamos el contenido de la escritura, de todos los grandes y pequeños pactos (la letra pequeña) que contiene, de cosas que es conveniente hacer antes de ir a firmar, así como de los trámites posteriores que hay que realizar con la escritura. Y lo hacemos porque ese es nuestro trabajo, lo mismo que nuestra mayor satisfacción consiste en que nuestro cliente salga del despacho habiendo comprendido todo lo que ha firmado y con la seguridad de que esa vivienda es ya suya… para toda la vida.
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