Oiga, y para ser notario, ¿qué hay que hacer?
Estimado lector: aprovechamos este periodo vacacional para refrescar y actualizar algunos de los temas más leídos este año, aún de plena actualidad
Este tipo de pregunta u otras de tipo similar son relativamente frecuentes en mi despacho, quizás porque entre otras cosas lo primero que se encuentran al entrar en él, como ocurre supongo en el 99,99 por ciento de los despachos notariales, es como decoración básica un montón de libros en estanterías, códigos, revistas y demás material jurídico de estudio y consulta.
Pero, ¿qué se necesita en realidad para ser notario? O mejor dicho, ¿qué se necesita para poder llegar a ejercer como notario?
Voy a tratar de responder dentro de los límites lógicos de un blog como este, desde un punto de vista más teórico y otro más práctico.
Técnicamente, en primer lugar se exige tener acabada la carrera de Derecho, sin que el expediente académico tenga mayor trascendencia a la hora de ponerse a opositar, es decir, no cuentan las notas, ni los años de carrera, la edad, ni las matrículas o las convocatorias necesarias para acabarla. Habiendo aprobado la carrera, en segundo lugar, la decisión firme de iniciar la aventura, buscar un preparador (normalmente un notario que te ayuda a preparar la oposición) y ponerse a ello.
¿Qué significa esto en realidad? Pues simplemente, y esta idea me gustaría dejarla muy clara, que no existe la sangre azul notarial (yo, por ejemplo, soy hijo de médico y ama de casa), ni las notarías ganadas por herencia, concurso televisivo o por sorteo aunque, perdonad la broma, este fuera ante notario.
La oposición es libre, para cualquiera que cumpliendo los mínimos requisitos legales quiera hacerla: mayor de edad, licenciado en Derecho, español u ostentar la nacionalidad de cualquier país miembro de la Unión Europea, y no encontrarse comprendido en ninguno de los casos que incapacitan o imposibilitan para el ejercicio del cargo de notario, carecer de antecedentes penales por falsedad en documento público o de incapacidad para el desempeño de la profesión.
No hay un número limitado de firmantes/ opositores. Cada colegio notarial tiene un servicio de ayuda/academia de preparación o, al menos, un grupo de notarios que de forma altruista se dedican a tomar temas, ayudar a los opositores y llevarlos hasta el día del examen.
La oposición tiene un coste mínimo en cuanto a su preparación, cantidades con las que se sufragan los gastos básicos de material, mantenimiento de la academia y siempre sin ningún ánimo de lucro. Además, hay ayudas o becas que se gestionan través del colegio notarial correspondiente, con el cumplimiento de unos requisitos que incluyen por supuesto el desempeño de las obligaciones de todo opositor.
No hay forma pues, a mi entender, más justa de llegar a una profesión que la de una oposición, libre, pública en su desarrollo, sin límite alguno de gente que puede presentarse en igualdad de condiciones, sin distinción por supuesto de sexo, raza o religión o discriminación de ningún tipo (con la única salvedad de un tanto por ciento de plazas reservadas para opositores con discapacidades que no impidan el desarrollo de la profesión futura).
¿Los exámenes? Públicos, orales en sus dos primeras pruebas, valorados por un tribunal independiente, formado por no solo notarios, sino gente de reconocido prestigio dentro de los distintos ámbitos del Derecho (catedráticos, magistrados, jueces, abogados del Estado, inspectores de Hacienda) que escucha a todos los opositores por igual y valora en conjunto el desarrollo de los temas que tocan en suerte (bolitas tipo bingo en una bolsa cerrada que se saca personalmente por cada opositor justo antes de empezar el examen).
El tercer examen es un dictamen escrito. La resolución de un caso práctico/jurídico relacionado con los temas estudiados al que durante seis horas se le da forma para leerlo en público unos días después tras la apertura del sobre cerrado donde se introduce al acabarlo. Queda un cuarto y último examen, la redacción de una escritura y una prueba de matemática financiera, también en un máximo de seis horas.
¿El temario? Publicado en el BOE, dividido en dos grandes grupos de temas que se tienen que decir (cantar en el argot opositor). Los exámenes orales de una hora cada uno incluyen en su parte principal Derecho civil, mercantil, hipotecario y temas más cortos de notarial, fiscal, procesal y administrativo.
¿Los temas son iguales? El temario es el mismo para todos, los artículos de los códigos y leyes también, pero el desarrollo es personal y ahí es donde la figura del preparador, el estar al día de las modificaciones, resoluciones/sentencias, y la propia capacidad de sintetizar y de dar claridad a la exposición marcan las diferencias.
No hay dos temas iguales, porque no hay dos opositores iguales. No me extiendo más en la parte teórica del asunto, el temario está al alcance de todos y cualquier duda te la pueden resolver en la academia del colegio notarial correspondiente.
¿Y la parte práctica del asunto? ¿Que hace falta? ¿Hay que estudiar mucho? Está claro que sí, mucho, durante mucho tiempo y en la soledad del opositor. ¿Cómo? Con voluntad, ganas, claridad de ideas, y claro, suerte.
Voluntad: Sólo el que de verdad quiere sacar una oposición, sea notarías o cualquier otra del estilo consigue su objetivo. Es necesario ponerse de verdad a ello, no pasar simplemente el tiempo a ver que pasa. No hay regalos. Sin esfuerzo no hay recompensa.
Ganas: Hay muchos momentos duros, muchos momentos de bajón, el camino es largo y solitario. Aunque se “canten” los temas y se tenga el apoyo imprescindible para salir adelante de un grupo y de un preparador, la soledad del cuarto de estudio, el ver el tiempo pasar (en mi caso, 11 largos años) la lentitud de los avances sobre todo en las primeras vueltas al temario, los nervios de la convocatoria y del día clave del examen… son fuerzas que te arrastran hacia la rendición. Sin ganas de mejorar, de aprender y sin el convencimiento de salir adelante es imposible.
Una frase que me quedó para siempre grabada de unos de mis preparadores, que aún hoy la utilizo en mi trabajo y vida diaria, dice así: «El único secreto es acostarte sabiendo que has hecho todo lo que has podido y satisfecho contigo mismo«.
Claridad de ideas: El/los preparador/es son los que van a corregir y a dar directrices, pero cada opositor es un mundo. No hay una técnica, ni un número de horas de estudio, ni un ritmo mágico unitario. Tener claro los objetivos, lo que se quiere y cumplir son las claves. Yo estudiaba en la soledad de la madrugada, mi ritmo de vida era distinto al resto del mundo, aún doy hoy gracias a mi familia, novia (hoy mujer) y amigos por haberme aguantado. Lo tenía claro, y ellos lo sabían, no era fácil. ¡Benditos sean!
¿Suerte? «Cuanto más entreno, más suerte tengo«. La frase es de un jugador de fútbol, aunque no sé exactamente de quién, aplicable al fútbol, al deporte y a la vida en general. Cuanto más se trabaja, más posibilidades. No vale eso de ir con la mitad de los temas o solo estudiar los que me gustan o me parecen fáciles, no conozco a nadie que haya aprobado así, conozco el que se dejó un par de temas y, por supuesto, ‘le tocaron en suerte’.
Resumiendo: Si se quiere, se puede. Tal y como os contaba, yo estuve unos cuantos años opositando, desfallecí en muchas ocasiones, caí derrotado y tuve que levantarme, lo pasé mal… ¡claro! Pero cuando parecía ya que era imposible, ¡lo conseguí!
No era ni soy el más listo del mundo, ni tampoco soy un portento jurídico, pero cumplí con la máxima: cada día me acostaba o lo intentaba, habiendo dado lo más posible de mí como opositor, satisfecho conmigo mismo y teniendo claro el objetivo. Ese para mí es el secreto, no hay más.
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